El niño, aún conectado con la verdad en la que se vive en esos primeros 3 años de vida, nos recordaba lo que somos en realidad: aún con estas capas que se han formado de creencias y pensamientos adoptados en los mayores (niños grandes, adolescentes, adultos, etc.), la misma luz y la misma belleza de esa inocencia, sigue presente, brillando, latente, viva, susurrando la verdad con la paciencia que la inteligencia del espíritu brinda para ser escuchada y vivida en el instante justo que la iluminación resuene en las almas que le experimentan.
Es sólo cuestión de frecuencias, pues todas las expresiones de vida son portadas por la frecuencia original, la de la mente creadora, la divina y según sintonicemos, podremos ver el espíritu santo en acción en cada una de ellas, tanto en las evidentes como la pureza de un niño que nos muestra la frecuencia original, como en las otras que nos invitan a ver más allá de las apariencias y usar la mirada interna para descubrirle. Todo en una sincronía perfecta de experiencias y encuentros, con la inteligencia divina manifestada para que las aparentes individualidades se nutran unas a otras, resonando en esa frecuencia original que nos une a todos y a todo, el amor.
El poder de la mente creadora, conectando en el amor, una sincronía inteligente de todas las manifestaciones de vida. Gracias amigo, por tu inocencia que despliega la verdad y resuena en mí.
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Foto de Batmunkh Ch.