Por Atahualpa Irigoyen.
“Dedicado a Alex, mi maestro de la transformación: ‘Papi te ama siempre hijo; somos el juego, somos el amor, somos el portal.’ ”
Jonás era un Sasquatch que nació en las Montañas Nevadas; su padre y su madre, originarios del mismo lugar, lo concibieron recién se había derretido la nieve. Fue un bebé muy querido, recibido con amor por toda la tribu de sasquatch, desde sus padres, hasta sus abuelos, tíos, primos y amigos; eso lo hizo un ser libre, descubridor, sin miedo al encuentro con la vida, confiado en ella.
Un buen día Jos, el papá de Jonás, recibió un mensaje mientras dormía, pues resulta que en los rituales de los indígenas nativos de esa región, el chamán lo contactaba. El mensaje decía “Sagrado Pie Grande, es momento.”. Jos no entendía muy bien el mensaje, pero siempre había confiado en su instinto y se dirigió al encuentro del chamán. Su esposa Mar, le preparó un morral para el viaje y le puso unas semillas que había recolectado un día antes y unas naranjas frescas. Jos partió rumbo a la aldea humana.
Era un trayecto largo, había que bajar a los valles y atravesar dos grandes ríos. A medio camino, Jos hizo una pausa al lado de uno de los ríos, para tomar agua y comer de las semillas que le puso su amada Mar, y al abrir el morral…
- ¡Hola pá! –
- ¡Jonás!, ¡¿qué haces aquí?! – exclamó Jos.
- Pues, quiero acompañarte papi. ¿A dónde vamos? – Respondió Jonás.
- Jajajaja, ¡pequeño travieso!, primero vamos a avisarle a tu madre que andas por acá – Dijo el padre con toda responsabilidad – Ven, te mostraré como -.
Y entonces el papá Sasquatch se acercó a una gran sequoia y le pidió a su hijo que hiciera lo mismo.
- Mira hijo, estás son las Sequoias, son los gigantes guardianes de estos bosques – le explicaba Jos a su hijo.
- Hola Sequoias, soy Jonás, ¿cómo están? – preguntaba Jonás a esos inmensos árboles.
- Para escuchar la respuesta mi pequeño, hay que sentir al árbol; ven, vamos a abrazar esta sequoia de aquí – indicaba el padre, mientras ambos rodeaban con sus brazos, el inmenso tronco de ese árbol de alrededor de 1000 años.
- Abrázalo con cariño hijo, pega tu panza al tronco y la frente también – decía Jos.
- Listo papi, ya estoy pegado – informaba Jonás – ¿y ahora? -.
- Ahora siente al árbol, salúdalo en silencio, con tu corazón, con el latido de tu corazón, que el latido lleve el mensaje – le enseñaba Jos a su hijo.
Jonás cerró sus ojos para concentrarse e hizo lo indicado: guardó silencio, sintió su corazón latir y saludó al arbol.
- Hola –
- ¡Hola pequeño!, ¡Hola Jos! – se sentía la respuesta en el fluir de la savia dentro del tronco – ¿qué hacen por acá? ¿explorando nuevos territorios? –
- Hola amigo, vamos al encuentro con el chamán de la tribu del valle dorado. Y él es mi hijo, Jonás; se vino de polizón. –
- ¡Jajaja, me gusta ese espíritu Jonás!, ¡llegarás lejos con él! – respondió el árbol gigante.
- Gracias señor árbol – decía Jonás.
- ¡Oh!, ¡ya los sentí!, ¡hay que avisar a la bella Mar!, permítanme, de eso me encargo yo – dijo el árbol mientras a través de sus raíces enviaba un impulso eléctrico que viajaba por la tierra conectándose entre raíces de todo tipo hasta llegar al árbol en el que Mar tendía las cobijas que lavaba en el río, y cuando su mano tocó una de las ramas, recibió el mensaje. – “Querida Mar, Jos manda decirte que Jonás se coló en el morral y va con él, te aman” – dejando a la madre tranquila, sabiendo del viaje que compartirían padre e hijo.
- Gracias amigo, seguiremos nuestro andar. – Dijo Jos al árbol, mientras entregaba las naranjas y unas cuantas nueces a Jonás, para que comiera.
- Hasta luego amigo, ¡mucha vida siempre! – se despedía la sequoia de los sasquatch.
Y los sasquatch siguieron caminando.
- ¿Y qué vamos a hacer con los hombres cuando lleguemos a la aldea papi? – preguntaba Jonás.
- No lo sé hijo, hay veces que solo se sigue el instinto y se confía. Lo sabremos al estar ahí. – explicaba Jos.
- Me gusta eso. – Respondía Jonás – ¡Mira pá!, ¡allá en el cielo!, ¡un águila!.
- ¡Qué buen ojo hijo!, ¡sí es un águila! – respondía Jos.
- Saludémosla. – pedía Jonás.
- Adelante Jonás, ¿cómo crees que nos escuchará si ella está hasta allá arriba y nosotros vamos caminando?, ¿qué hay allá que también hay aquí?, ¿qué nos une? – guiaba el padre con preguntas para que Jonás descubriera la verdad.
- Ehhh, ¿viento? – intuía Jonás.
- Muy bien, usemos el viento. Mira, vamos a correr bajando esa colina y sintiendo el viento en la cara, cuando lo sientas a gran velocidad, abre los brazos como si fueran alas y haz llegar tu mensaje.
Así lo hizo Jonás, corrió con velocidad, abrió sus brazos y al sentir el aire en su cara, sintió su mensaje con el corazón – Hola águila, te vemos desde aquí, ¡eres majestuosa! – y desde los cielos, en ese mismo instante se escuchó el chillido particular del águila que hacía eco en las montañas.
- Mira hijo, la aldea. – Avisaba Jos a su hijo, señalando enfrente de la colina en la que estaban, cuando de repente llegó un nuevo mensaje del chamán, éste decía:
- “Amado hermano pie grande, nos vemos en el sauce.” –
Y en el sauce estaba el viejo chamán, a quien llamaban «Hoja que Vuela”. Estaba listo con un banquete para su amigo el sasquatch: crema de hongos del bosque, agua de limón con menta y un pay de frutos rojos.
Llegó Jos, abrazó a su amigo «Hoja que Vuela» y le presentó a Jonás.
- ¡Este es mi hijo!, se subió el morral sin que nos diéramos cuenta, para acompañarme – los presentaba Jos – Jonás, este es mi amigo, «Hoja que Vuela» –
- Hola Señor «Hoja que Vuela» – saludaba Jonás.
- Hola pequeño, aventurero como tu padre ¿ehh?. – saludaba “Hoja que Vuela” – Pasen, pasen, en la aldea enviaron algo para ustedes – los invitaba el chamán al banquete.
Los sasquatch se sentaron a la mesa y disfrutaron los platillos que la tribu les había mandado.
- Oye amigo, ¿y de qué se tratará todo esto?, ¿a qué venimos o que? – preguntó Jos.
- Pues solo sé lo que te mandé, decía “Es momento.” – recordaba «Hoja que Vuela” – Ya sabes como es esto, la verdad se muestra cuando volteamos a verla.
Y mientras Jonás se fue a jugar, Jos y «Hoja que Vuela» encendieron el fuego, pusieron piedras a su alrededor, el chamán hecho un chorro de una pócima de hierbas que traía en su bolsa y el viento sopló elevando la flama principal de la hoguera, haciendo aparecer en ella, al Gran Espíritu de la Montaña.
- Es momento de la unión hijos míos. – decía el espíritu en el fuego.
- ¿De qué unión hablas Gran Espíritu de la Montaña? – preguntaba «Hoja que Vuela».
- Miren allá – y una llama de la fogata señalaba en dirección a donde estaba Jonás jugando con el nieto de «Hoja que Vuela».
Los niños jugaban a ser el águila y a ser el árbol, a ser el padre y a ser el hijo, a ser la madre, a ser el río, a ser el viento, a ser la tierra, a ser el sasquatch y a ser el hombre, y se transformaban continuamente, amaban ser algo y lo soltaban con el mismo amor para convertirse en otra cosa, amaban el juego.
- Es momento de la unión de todo mis pequeños, es momento de ser más allá de las formas, de ser lo que une, es momento del espíritu – y el fuego se convirtió en latido, en el mismo latido para todos.
FIN
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